Estados Unidos. Mientras algunas importaciones automotrices están protegidas por acuerdos, otras enfrentan aranceles que podrían reconfigurar la industria en América del Norte.
Durante los últimos meses, el presidente Donald Trump ha reactivado su agenda comercial con la implementación de una serie de aranceles que impactan diversas industrias, incluida la automotriz. Aunque el enfoque ha sido confuso y cambiante, el sector de autopartes se mantiene en el centro de la discusión, especialmente por su papel clave en las cadenas de suministro de América del Norte.
Desde el 3 de mayo, entró en vigor un arancel del 25 % sobre autos y autopartes, con algunas excepciones, que afecta principalmente a productos importados desde países que no forman parte del Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA). Este acuerdo, firmado en 2018, ha servido de escudo para una gran parte del comercio regional, ya que las autopartes provenientes de México y Canadá están exentas de aranceles desde el 2 de abril.
Sin embargo, no todos los bienes están protegidos. Las autopartes que no entran dentro de las cláusulas del USMCA enfrentan un arancel adicional del 25 % desde el 4 de marzo, lo que podría incrementar los costos para fabricantes y proveedores en la región.
Además, un arancel universal del 10 % sobre bienes importados está en vigor desde el 5 de abril, y aunque no se detalla si aplica directamente al sector automotriz, su efecto podría extenderse a componentes esenciales utilizados en la industria.
China, por su parte, enfrenta un arancel del 30 % en varias categorías de productos, aunque algunos artículos electrónicos –como smartphones y computadoras– han sido exentos desde el 12 de abril. La buena noticia para el sector automotor es que estos productos incluyen módulos y sensores que se utilizan en vehículos de nueva generación, lo que alivia parcialmente la presión sobre los fabricantes.
En cuanto al futuro, la incertidumbre persiste. Trump ha amenazado con nuevos aranceles a productos como semiconductores y cobre, dos insumos fundamentales para la fabricación de autos eléctricos y sistemas tecnológicos avanzados. Cualquier medida en esa dirección podría complicar aún más la operación de las ensambladoras y proveedores en EE.UU.
Un escenario incierto
Aunque algunas de las tarifas más agresivas han sido pausadas –como los llamados aranceles “recíprocos” o el incremento al 145 % sobre bienes chinos–, el discurso de confrontación comercial sigue vigente. Para los analistas, esto obliga a las empresas automotrices a reforzar sus estrategias de mitigación de riesgo, como la diversificación de proveedores o la relocalización de parte de su producción.
En un contexto global marcado por la transición energética, la automatización y la presión por mantener cadenas de suministro eficientes, el factor arancelario se convierte en una variable crítica que podría redefinir la competitividad de América del Norte en la industria automotriz.